sábado, 3 de enero de 2015

MOHAMMAD ALI



Fue el mejor boxeador que yo recuerde. Dicho esto, vamos a los detalles:

Nació en 1942 como Cassius Clay y se interesó en el boxeo desde muy joven. En su etapa amateur obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1960 (Roma) y de allí al profesionalismo hubo sólo un paso.

Para 1964 ya era campeón mundial, al vencer a Sonny Liston y lo volvió a derrotar en la revancha de 1965. Ya entonces, se había convertido al Islam y cambiado su nombre a Mohammad Ali.



De allí hasta 1967, Alí realizó múltiples defensas de su corona, derrotando a cada boxeador que le pusieron por delante. Dentro del ring, ya venía desarrollando un estilo de combate muy original, que solía incluir la provocación directa del contrincante.
Fuera del cuadrilátero no fue menos polémico. Se pronunció en contra de casi todo lo que se consideraba aceptable en la USA de aquellos años.

El punto más alto de esos conflictos surgió cuando fue llamado a filas para combatir en la Guerra de Vietnam, en 1967.



Alí no sólo se negó a ser reclutado, sino que fundamentó su decisión como objetor de conciencia y alegó además motivos religiosos. Por si fuera poco, declaró que no tenía "nada personal con el Vietcong" y que, al fin y al cabo, ningún vietnamita lo había tratado de "negro".

Las consecuencias de esta postura no se hicieron esperar: le fue quitada su licencia para boxear, se le declaró culpable de deserción y, finalmente, su corona fue declarada vacante por las autoridades del box. Pasaron tres años antes de que pudiera volver a un ring.



Regresó con el mismo histrionismo de siempre, pero muchos se preguntaban si tendría intactas sus habilidades como boxeador. Sobre todo, después de algunas peleas iniciales donde no se le vio en su mejor forma.

Sin embargo, logró en 1971 el derecho a dirimir el título contra Joe Frazier. Los temores se confirmaron y Alí no sólo perdió por puntos, sino que fue enviado a la lona en el decimoquinto round, aunque logró levantarse y finalizar la pelea.

Resurgió una vez más. Ganó en 1971 el título vacante de la NABF y lo defendió varias veces hasta que en 1973 lo perdió y lo recuperó en dos peleas épicas contra un rival fenomenal: Ken Norton.



El siguiente rival que tuvo en la mira era George Foreman. Pero previamente debió defender su recuperada corona de la NABF ante Joe Frazier, a quien venció. Entretanto, Foreman derrotó a Ken Norton y, allí sí, todo quedó pronto para que se formalizara la pelea del siglo.



Realizada en 1974 en Kinshasa (Zaire), fue precedida de un festival musical de tres días de duración. Sesenta mil personas la presenciaron y millones más la vieron en directo por televisión.
Cada boxeador peleó en su estilo. Foreman como un pegador de iniciativa directa. Alí como un astuto estratega que, después de cansar a su oponente, contraatacó y consiguió el knock out en el octavo round. Con ello, unificó los títulos y fue campeón indiscutido.

De allí hasta 1977, Alí alternó algunas defensas de su título con combates estrambóticos ante exponentes del karate, la lucha libre  y otras artes marciales, más en el ámbito del espectáculo que del deporte. Y en 1978 se enfrentó a un inesperado problema llamado León Spinks.



Spinks parecía un rival fácil para Alí. Tenía escasa experiencia profesional: apenas siete peleas. Pero ostentaba la medalla de oro de semipesados en Juegos Olímpicos (Montreal).
Lo cierto es que Spinks manejó bien la pelea y ganó por puntos, despojando del título a Alí y agitando una vez más el fantasma de su retiro definitivo.

La revancha no se hizo esperar y, esta vez, se cruzaron los papeles. Alí entrenó como nunca, mientras que Spinks se dejaba estar. El resultado fue que Alí dominó el combate y ganó con claridad, convirtiéndose en campeón por tercera vez. Inteligentemente, anunció su retiro.
Y así debieron quedarse las cosas, pero el campeón intentaría volver en 1980 y 1981, con sendas derrotas ante Holmes y Berbick, tras de lo cual abandonó el boxeo.

Durante su actividad, a nadie dejó indiferente. Bocón y peleador dentro y fuera del ring, atravesó dignamente una época difícil para los afroamericanos. Y posteriormente, afrontó una terrible enfermedad con gallardía.

Un grande.


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